miércoles, 23 de noviembre de 2016

LA EDAD DE LA TERMINACIÓN.



   SOBRE LA SUPERVACUNA Y

   LA EDAD DE TERMINACIÓN


Cuando en 2177 la Misashi Farmaceutics creó la Supervacuna, el mundo fue feliz.

Una dosis cada tres años y el receptor quedaba inmune a todo tipo de enfermedades. Seguiría envejeciendo, y finalmente moriría a causa del desgaste físico, pero moriría sano como una pera. La producción de la supervacuna, también conocida como LVP50, era barata y todo el mundo podía acceder a ella. La esperanza de vida aumentó hasta los 150 años.

En 2255 la humanidad estaba al borde del colapso. Por primera vez en la historia de la humanidad, los nacimientos triplicaban las defunciones. La superpoblación se convirtió en el mayor problema de la humanidad. La primera idea de las autoridades fue la de eliminar el LVP50 pero, como las encuestas demostraron, no podían privar a las futuras generaciones de los privilegios que habían disfrutado sus ancestros.

Finalmente la solución fue instaurar lo que más tarde se llamó “Edad de Terminación”. Un límite de edad a la que cualquier persona podía llegar.

Esa edad se fijó en los 100 años.


(Extractos de la Enciclopedia Mundial, 17ª edición, septiembre de 2295)

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LA NOTIFICACIÓN

Esa mañana Mateo Alba recibió una carta certificada del ministerio de sanidad. No le hacía falta abrirla, sabía de que se trataba, era la Notificación. La Notificación era la forma en que se conocía al recordatorio del ministerio de que solo te quedaba un mes para cumplir los 100 años y que llegado el momento debías presentarte en la “Casa de Almas”, eufemismo para designar las clínicas de terminación. Naturalmente, se te ofrecía la posibilidad de presentar un recurso y solicitar una prórroga, pero para ello debías de presentar pruebas de que eras un individuo imprescindible para la humanidad. Podías presentar el recurso si eras un científico a las puertas de un gran descubrimiento o un ingeniero a punto de terminar un artilugio que beneficiaría a todo el mundo. Pero pocos lo conseguían. El ministerio solía responder que otros podían acabar tu trabajo siguiendo tus notas.

Mateo ni tan solo consideró presentar el recurso, sabía que era inútil. Pero se negó a dejarse terminar. Llevaba meses planeando la huida.

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SOBRE LAS CASAS DE ALMAS

Una vez instaurada la Edad de Terminación, a las autoridades competentes se les presento el problema de como llevar a cabo esa terminación.

Al fin y al cabo, se trataba de poner fin a la vida de un ser humano. Debía de hacerse de forma aséptica, digna e indolora. Tenía que ser una experiencia lo menos traumática posible, incluso agradable.

Fue Frederick Carter, entonces ministro de educación, quien basándose en una escena de una antigua película de ciencia ficción, propuso la idea de lo que empezó llamándose Clínicas de Terminación, término que acabó cambiándose por el de “Casa de Almas”, mucho menos explícito.




Así, cuando el “paciente” ingresaba en la Casa de Almas, podía escoger entre un extenso menú de imágenes, sonidos, olores y sabores que estimularían agradablemente sus sentidos mientras, tumbado en una cómoda camilla, era expuesto a un gas letal totalmente inodoro e indoloro.

(Extractos de la Enciclopedia Mundial, 17ª edición, septiembre de 2295)


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LA HUIDA

Había empezado a prepararse desde hacía un año.
Lo primero había sido construirse una nueva identidad: documento de identidad, número de la seguridad social con un historial que podía rastrearse hasta dos décadas atrás y una cuenta de ahorros en una entidad bancaria distinta. Desestimó el carné de conducir porque hacía años que no conducía y, además, no tenía vehículo alguno.

Después, fue transfiriendo sus ahorros a la cuenta de su nueva identidad. Fue muy cuidadoso en ese punto. Nunca ingresaba en la nueva cuenta el mismo día que hacía el extracto de la antigua, siempre esperaba dos, tres o cuatro días. Sacaba de su cuenta cifras redondas: 1500, 1200, 800 créditos y cuando ingresaba en la nueva lo hacía con cifras aleatorias; 1463 créditos, 1203, 779... dificultando así un posible seguimiento del dinero. Nunca por transferencia, siempre retiraba e ingresaba en caja.

Cuando empezó a elaborar su plan, cayó en la cuenta de que llevaba más de una década sin hacer ejercicio y empezó a salir cada mañana para hacer largas caminatas que se prolongaban tres y hasta cuatro horas. Suficiente para ponerse en forma, ni se planteó hacer algún ejercicio más complejo, después de todo, ya tenía casi 100 años, no era ningún jovencito.

Se sabía vigilado, era lo habitual después de haber recibido la Notificación. Por supuesto, la vigilancia no era continua, la ACFT no tenía suficientes agentes para vigilar continuamente a todos los que se encontraban en su misma situación, por eso los agentes cambiaban de objetivo de forma aleatoria. Así, nadie podía saber cuando o donde había un terminador vigilando. Pero no estaba preocupado por eso, había elaborado un plan para abandonar la ciudad sin ser reconocido por un posible vigilante.

Una semana después de recibir la Notificación, abandonaba Megabarna sin equipaje, disfrazado con ropas de mujer y un pañuelo en la cabeza que ocultaba parcialmente su rostro.

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SOBRE LAS REVUELTAS Y

LOS “TERMINADORES”

La instauración, en 2256, de la “Edad de Terminación”, fue mal acogida por la población mundial. Las manifestaciones en contra de la nueva ley se multiplicaron y finalmente se transformaron en auténticas revueltas populares en las que se implicaban miles de personas (millones en algunos casos) y que siempre acababan en disturbios y saqueos. Todas ellas eran sofocadas violentamente por la policía.



Una década más tarde, en los 70's del siglo XXIII, la mayoría de la población ya había aceptado la “Ley de Terminación Obligatoria”. Pero aún quedaban casos aislados de inconformistas, individuos que intentaban escapar a su terminación cuando alcanzaban la edad límite. Para luchar contra esa tendencia se creó un nuevo cuerpo policial; la “Agencia para la Captura de Fugitivos de la Terminación (ACFT)”. 



Los miembros de ese cuerpo recibieron el nombre de “Agentes de Terminación (AT), pero todo el mundo les conocía como los “Terminadores”. Si algún ciudadano intentaba escapar de la terminación, los AT se encargaban de seguirle el rastro, localizarlo y terminarlo in situ.




(Extractos de la Enciclopedia Mundial, 17ª edición, septiembre de 2295)



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VILAROSA

Se apeó del monorail en la estación de Vilarosa y sin perder un instante se encaminó a la casa que tenía alquilada desde hacía tres meses a nombre de su nueva identidad.

Cuando entró en la vivienda se cambió de ropa (la primera vez que visitó la casa había llevado varias mudas que metió en un armario que los anteriores habitantes habían dejado en una habitación), y echó las ropas de mujer y sus documentos al incinerador. En ese momento Mateo Alba moría definitivamente y Martín Alonso, de 75 años, ocupaba su lugar. Sonrió ante lo trascendente de la fecha que había escogido para su muerte y su nuevo nacimiento. Ese día se celebraba otro nacimiento, era el día de Navidad de 2327.

Desde que se instaló en Vilarosa hizo vida de ermitaño. Encargaba sus compras a través de la red y se lo hacía llevar todo a domicilio. Solo salía a la calle por las noches, para realizar los largos paseos a los que se había acostumbrado en Megabarna.

Fue durante uno de esos paseos nocturnos cuando su rutinaria vida en Vilarosa sufrió un cambio al conocer a Carmen.

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SOBRE LA REPÚBLICA

DE MATHUSALEM

En 2280 un grupo de millonarios creó la Fundación Mathusalem, supuestamente destinada a dar consuelo a todo aquel que se acercaba a la edad de terminación, sin embargo, sus planes eran muy distintos. El más joven de todos ellos tenía 91 años.

En 2282 la Fundación Mathusalem adquirió una pequeña isla del Pacífico, sus integrantes construyeron varias viviendas en ella y se trasladaron a vivir allí con sus familias. Contrataron un ejército de mercenarios para defender sus costas y se declararon república independiente, no sujetos a las leyes del gobierno terrestre.

Fueron enviados representantes del gobierno en tres ocasiones para parlamentar y hacerles desistir de su actitud. Fue inútil.

El asunto fue solucionado de forma expeditiva cuando se decidió lanzar un ingenio nuclear sobre la isla.

La República Independiente de Mathusalem dejó de existir a los 47 días de su fundación.


(Extractos de la Enciclopedia Mundial, 17ª edición, septiembre de 2295)

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CARMEN

Los paseos nocturnos de Mateo (o mejor dicho, de Martín), lo llevaban a menudo a una zona de picnic en las afueras del pueblo. Allí, los visitantes de fin de semana provenientes de alguna de las Megaciudades, disfrutaban del contacto con la naturaleza mientras merendaban. Normalmente, por la noche la zona estaba desierta. Solo una vez, en los cuatro meses que llevaba en Vilarosa, se encontró con una joven pareja entregados a sus amorosos arrumacos. Pero esa noche, se encontró con algo muy diferente.

Era un domingo, pocas horas antes el lugar estaba lleno de domingueros bulliciosos, ahora solo había una persona. Se trataba de una mujer, y estaba entregada a una actividad que Mateo creía extinta desde hacía más de un siglo. La mujer estaba revolviendo en los contenedores que los visitantes usaban para tirar las sobras de sus comidas.

Él dedujo rápidamente la causa que la había llevado a ejercer esa actividad. Se acercó a ella, al principio la asustó, pero al ver la actitud pacífica de él, la mujer se relajó. Mateo la invitó a cenar en su casa y ella no se lo pensó dos veces.

Mientras cenaba le contó su historia, era más o menos lo que él había supuesto. Carmen Solé, ese era su nombre, era una fugitiva. Había sobrepasado la Edad de Terminación, era tres meses mayor que Mateo.

Había vivido en otro pueblo de la zona y cuando recibió la Notificación, huyó refugiándose en las montañas. De joven había sido agente forestal, así que sabía sobrevivir en la naturaleza. Pero algunas veces se veía obligada a buscar en los pequeños núcleos de población. Se mostró admirada cuando Mateo le contó como había planificado su huida.

Como tenía una habitación libre, la invitó a quedarse en su casa y ella aceptó.

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SOBRE LAS MEGACIUDADES

A medida que aumentaba la población, las grandes ciudades se habían visto obligadas a crecer más y más, absorbiendo los núcleos de población que encontraba a su paso, convirtiéndose en “megaciudades”. Megabarna era una de ellas. Una monstruosidad donde se apiñaban 500 millones de habitantes, que poco a poco había ido extendiéndose a lo largo de la costa, a partir de lo que había sido Barcelona, hasta alcanzar la antigua Mataró por el norte y Castelldefels por el sur.



No era fácil la vida en las megaciudades, el hacinamiento implicaba altas cuotas de delincuencia. Con frecuencia, las bandas callejeras se hacían con el control de distritos enteros y cuando, con grandes esfuerzos y sufriendo muchas bajas, la policía conseguía erradicarlas, ya se habían hecho con el control de otro distrito, con lo que el ciclo volvía a empezar.

Uno de los métodos para restarles poder a esas mafias fue la legalización de todas las drogas y ponerlas al abasto del público a un precio económico. Ahora, cualquiera podía conseguir una dosis de su diversión preferida, por poco dinero, visitando una de las “Casas del Placer”. Sin embargo la violencia seguía inundando las calles y todo ciudadano corría el peligro de ser asesinado solo porqué alguien se había encaprichado de sus zapatos o su chaqueta.


(Extractos de “Historia de las megaciudades. De la utopía a la distopía”. H.E. Carmichel”. 1ª edición, Enero de 2301)

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VIDA EN COMÚN

Carmen se adaptó al estilo de vida de Mateo. Durante el día, ambos permanecían encerrados en la casa y salían por la noche a dar largas caminatas por el bosque.
Los paseos de Mateo se habían convertido en clases de supervivencia impartidas por Carmen. Ella le enseñaba a poner trampas en las madrigueras de conejos, a recolectar frutos, hongos y raíces...Todo pasaba a formar parte de su despensa, lo cual supuso un alivio para Mateo, preocupado por lo que podrían durar sus ahorros ahora que eran dos.

Cierta noche, cuando Carmen llevaba diez días en la casa, Mateo se quedó despierto hasta tarde, empeñado en ver una vieja película por televisión. Cuando terminó, apagó el aparato y se encaminó a su habitación. Para llegar a ella tenía que pasar frente a la de Carmen y esa noche ella había dejado la puerta abierta. La luz de la luna entraba a través de la persiana recortando la silueta de la mujer tumbada bajo las sábanas. Pensó en el tiempo que hacía que no gozaba de una mujer, más de dos décadas desde que su esposa murió en un accidente de tráfico. Observó las formas femeninas difuminadas por las sábanas y la escasa luz proveniente de la ventana y tuvo una erección. Se sorprendió por la reacción de esa parte de su anatomía que creía muerta para siempre, volvió a mirar la figura tendida y entró en la habitación.
Ella le oyó entrar, encendió la luz de la mesilla y se percató del bulto bajo el pijama del hombre. Sonrió y apartó las sábanas en una clara invitación.

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SOBRE LAS BANDAS CALLEJERAS

Las bandas que asolaban las megaciudades solían ser de tres tipos distintos.

Las bandas juveniles, que estaban formadas por jóvenes que no podían acceder a un trabajo remunerado y recurrían a la violencia callejera para subsistir. Solían aceptar solamente a jóvenes del mismo distrito y sus componentes debían abandonar sus filas al alcanzar los 30 años.

Las bandas seniors, que se nutrían de los que abandonaban las bandas juveniles a causa de la edad. Combinaban los métodos de las bandas juveniles con los asaltos a entidades bancarias, secuestros y asesinatos por encargo.

Las bandas corporativas se llamaban así por estar formadas por ex trabajadores de alguna empresa cerrada por quiebra o especulación que los había dejado en la calle. Su modo operativo era similar al de las bandas seniors, excepto los asesinatos.
Otras bandas estaban formadas por individuos que se asociaban por motivos diversos y sus métodos eran igualmente diversos.
Una de esas bandas atípicas, fue la de los Centuriones Centenarios, que estaba formada exclusivamente por fugitivos de la terminación en Megalondres. Se dedicaban exclusivamente a los grandes atracos a bancos y megacorporaciones.
Perseguidos tanto por la policía como por la ACFT llevaron de cabeza a la megaciudad durante más de veinte años hasta que la ACFT descubrió su sede y “terminó” a todos sus componentes.


(Extractos de “Historia de las megaciudades. De la utopía a la distopía”. H.E. Carmichel”. 1ª edición, Enero de 2301)

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SIN SUPERVACUNA

Desde aquella primera noche compartieron la misma cama e hicieron vida de pareja. Carmen, que llevaba separada casi tanto tiempo como Mateo viudo, se reía a grandes carcajadas cuando él le regalaba flores y le hacía la corte como si fuera una jovencita.

Mateo consiguió un carné de identidad falso para Carmen, con el nombre de Marta Ramírez y cuando llevaban algo más de un año viviendo juntos, se sintieron más seguros y empezaron a hacer esporádicas escapadas fuera de Vilarosa. Al principio por las poblaciones de los alrededores y, más tarde, como colmo de la osadía, a la capital. Montaban en el monorail y asistían a algún espectáculo en Megabarna y cuando regresaban a Vilarosa se sentían excitados por la aventura y hacían el amor de forma frenética, como dos adolescentes.

Faltaba poco para su segundo aniversario como pareja cuando Carmen cayó enferma. Los efectos de la supervacuna habían pasado y, evidentemente, con su estatus de fugitiva, no podía renovar. Intentar presentarse con su identidad falsa era impensable, pues para recibir la nueva dosis tenía que identificarse con las huellas dactilares tan solo cruzar las puertas del dispensario.

Se trataba de una simple gripe, pero lo que en otros tiempos, antes de la supervacuna, no habría sido más que un contratiempo, ahora era un verdadero problema. Ninguno de los dos había estado nunca enfermo, sus cuerpos no sabían como fabricar anticuerpos y la mujer estuvo varios días a las puertas de la muerte.



Mateo consulto viejos textos y atiborró a su compañera de remedios naturales. Miel y limón, zumo de naranja, caldo de pollo, manzanilla... Se fabricó varias mascarillas con retales de una sábana vieja y se ponía una cada vez que tenía que acercarse a ella. Temía contagiarse, más por ella que por si mismo. ¿Cómo podría cuidarla si también él caía enfermo?

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SOBRE LA ESCASEZ DE ALIMENTOS


La continua expansión de las megaciudades no afectó a las zonas rurales, cuyas poblaciones apenas crecieron.

Dada la creciente demanda de alimentos de las megaciudades, en la periferia las granjas de cría de animales para el consumo y los campos de cultivo ocupaban enormes extensiones aumentando su producción año tras año.

Pero pese a los esfuerzos de las poblaciones agrícolas y ganaderas, la producción no alcanzaba para alimentar a los millones de bocas hambrientas de las megaciudades.

Los menos afortunados, aquellos que apenas tenían ingresos, no podían permitirse el lujo de adquirir unas patatas o unas zanahorias, por no hablar de un bistec.

Para alimentar a ese sector de la población, aparecieron los productos Soylent. Industrias Soylent lanzó al mercado una serie de productos que imitaban a la perfección distintos tipos de verduras y carnes.



Los productos Soylent se procesaban a partir de cultivos hidropónicos, hongos y extractos de algas a los que se añadían colorantes y saborizantes artificiales y se enriquecían con proteínas y vitaminas extraídas de microorganismos marinos. Lo cierto es que nadie que intentara alimentarse exclusivamente de estos pseudoalimentos sobrevivía mucho tiempo.


(Extractos de “Historia de las megaciudades. De la utopía a la distopía”. H.E. Carmichel”. 1ª edición, Enero de 2301)

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EL FIN DE LA AVENTURA


Carmen estuvo enferma dos semanas. Hubo un momento, al sexto día, que Mateo pensó que la perdía. Ella había perdido el conocimiento y ardía de fiebre, podía sentir el calor que desprendía su compañera solo con acercarse a ella, sin necesidad de tocarla. Lo único que se le ocurrió fue meterla en la bañera y cubrirla con hielo. Sorprendentemente, funcionó. La fiebre remitió y volvió a meterla en la cama, al final del día despertó durante un rato, Mateo aprovechó para forzarla a beber un zumo de naranja. Finalmente ella se durmió nuevamente y a la mañana siguiente despertó muy mejorada, la fiebre había bajado a niveles tolerables si bien no había remitido del todo.

Tras las dos semanas de convalecencia, Carmen se encontraba muy debilitada y Mateo la obligó a permanecer en cama durante tres días más. Empezó a comer sólidos y fue mejorando paulatinamente, cuatro semanas después del episodio de la fiebre ya se encontraba completamente recuperada.

Esperaron una semana más para asegurarse que ella no tuviera una recaída y organizaron una de sus escapadas a Megabarna donde asistieron a un musical y más tarde a una sala de baile. Después de eso retomaron su forma de vida habitual, pero una sombra había caído sobre ellos. Durante semanas evitaron hablar de ello, como si nada hubiera sucedido, hasta que Mateo decidió que no podían retrasarlo más y puso el tema sobre la mesa.

La enfermedad de Carmen fue un aviso. ¿Cuanto tiempo pasaría hasta que uno de los dos cayera enfermo de nuevo? ¿Tendrían tanta suerte esa vez? ¿Y si enfermaban los dos al mismo tiempo?

Además, los ahorros de Mateo se estaban agotando, no pasaría mucho tiempo hasta que tuvieran que abandonar la casa por no poder pagar el alquiler. Tendrían que refugiarse en las montañas y vivir de lo que les diese la naturaleza, lo que era impensable. No podían engañarse, se mantenían en forma, pero habían sobrepasado el siglo de vida y seguirían sin el beneficio de la supervacuna. Los peligros de esa forma de vida eran numerosos, podrían sufrir una herida y pillar una infección, o romperse un brazo o una pierna, o comer algo en mal estado y sufrir una intoxicación...
Solo había un paso lógico a dar, ambos estuvieron de acuerdo.

Una soleada mañana de primavera se levantaron temprano y cogieron el monorail hasta Megabarna. Durante toda la mañana pasearon y visitaron los sitios que más les gustaban de la megaciudad, después comieron en un lujoso restaurante.
Salieron de allí abrazados, como dos amantes adolescentes y caminaron lentamente, pero con decisión. Cuando llegaron se miraron a los ojos y ambos vieron determinación en los del otro. Se besaron y sonrieron. Había sido divertido, durante casi tres años habían engañado al sistema, pero había llegado la hora de poner fin a todo aquello.

Y cogidos de la mano atravesaron juntos las puertas de la Casa de Almas.


FIN 

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