Hace
tiempo, buscando una idea para un relato, me vino una imagen a la
cabeza: un hombre andando por un pasillo interminable. La imagen me
gustó, pero no podía hacer nada con ella. Después escribí un
relato que no tenía nada que ver con el hombre en el pasillo y
después otro más. Pero por algún misterioso capricho de las musas,
no podía sacarme esa imagen de la cabeza. Finalmente logré sacar
partido de ella en un relato titulado "El Pasillo".
Lo
etiqueté como sci-fi, aunque en realidad es una rareza
inclasificable. Acabé el relato dejando un final abierto. Ninguna de
las preguntas que generaba el relato obtenía respuesta. Lo dejé a
la imaginación del lector.
Pero
hace poco me reencontré con “El Pasillo” y me propuse el reto de
escribir una continuación. Así nació "El Pasillo 2" que
lógicamente, es tan inclasificable como su predecesor. Pero que
contesta de un plumazo todas esas preguntas.
Espero
que os guste.
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Mi
vida en el pasillo continúa igual. Calculo que llevo cerca de un año
recorriéndolo y continúa imperturbablemente monótono.
Os
preguntareis como puedo continuar así, repitiendo una y otra vez la
misma rutina, sin volverme loco.
Veréis,
la verdad es que he estado experimentando, dentro de las limitadas
oportunidades que me ofrece este lugar, intentando averiguar algo más
sobre el pasillo.
Calculo
que ando una media de 40 Km. Diarios. Pero las distancia que hay
entre puerta y puerta no es física, si no temporal. He probado a
cambiar la velocidad de mis desplazamientos, pero no importa si ando
arrastrando los pies o si corro a toda velocidad. La distancia entre
puerta y puerta es siempre de seis horas. Esa precisión me ha
permitido alterar mi rutina convirtiendo mis jornadas en días de 24
horas. Doce horas las paso andando por el pasillo, las otras doce en
las habitaciones, seis comiendo o leyendo y las otras seis durmiendo.
También
he averiguado que todo lo que el pasillo me ofrece lo saca de mi
mente. Me explico: Cuando pedía un libro, siempre era algún título
que había leído hacía mucho y que tenía ganas de releer, pero
hace poco intenté pedir un libro que aún no había leído. Se me
ocurrió que, para variar de mis lecturas habituales, aventuras y
ciencia-ficción básicamente, podía leer algún título renombrado,
uno de esos libros de los que todo el mundo habla pero que pocos han
leído, en mi caso pedí el Ulises, de
Joyce. Pues bien, cuando llegué a la habitación, allí estaba el
libro. En la cubierta solo podía verse el título y el autor, la
contra-cubierta estaba en blanco, al igual que las páginas del
interior.
También
intenté probar cosas nuevas con la comida, para probar nuevos
sabores. Pedí un plato oriental, pato laqueado. Nunca lo había
probado. Cuando llegué a la habitación allí estaba esperándome.
Lo preparé y me dispuse a disfrutar de una nueva experiencia. Pero
cuando lo probé estuve a punto de estamparlo contra la pared. Sabía
a pollo asado.
Nunca
había leído el Ulises y nunca había probado el pato laqueado. Así
que no podía recordar nada de ellos excepto lo que había leído en
otros libros o visto en películas y el pasillo me ofreció la mejor
versión posible de ambos con los pocos datos que pudo sacar de mi
memoria.
También
intenté rebelarme por segunda vez, negándome a seguirle el juego a
quién me hubiese encerrado allí. Ya estaba bien de jugar a ser el
ratoncito en el laberinto.
Cuando
llegué al final de esa jornada, me eché a dormir y, al día
siguiente después del desayuno, decidí que no abandonaría esa
habitación hasta que alguien contactara conmigo.
Permanecí
todo el día entre aquellas cuatro paredes. A la hora de comer abrí
la nevera, pero solo había cuatro botellas de agua. Las dos latas de
cerveza que había reservado habían desaparecido. Naturalmente, no
había nada de comer. La nevera seguía igual de vacía a la hora de
cenar.
Al
día siguiente me desperté en el suelo. La habitación estaba
completamente vacía, a excepción de la nevera, donde encontré
cuatro botellas de agua. El cuarto de baño estaba igualmente vacío,
y no salía agua ni del lavabo ni de la ducha.
Permanecí
allí siete días, sin nada que hacer, sin nada con que distraer mi
mente, sin nada que ver a excepción de las cuatro paredes que me
rodeaban, blancas como el mismo pasillo. Sin nada que comer ni beber,
a excepción del agua. Pude comprobar que cada seis horas aparecían
cuatro nuevas botellas en la nevera. No pude ver como se efectuaba
esa aparición, simplemente abría la puerta de la nevera y las
botellas estaban ahí, cuando un minuto antes no había nada.
Al
octavo día estaba a punto de enloquecer.
Me
marché y caminé mis seis horas de rigor hasta encontrar la
siguiente puerta. Al entrar, dentro de la nevera, me esperaban dos
hamburguesas y seis latas de cerveza, así como las consabidas cuatro
botellas de agua. Comí despacio para que mi estomago no se
resintiese después de siete días de ayuno. El libro que estaba
leyendo y que había desaparecido en la otra habitación con todo lo
demás estaba allí, así que leí un rato antes de reemprender la
marcha. Del Mp3 que tanto llegué a apreciar durante mis horas de
marcha no había ni rastro. Tardé un mes en conseguir que el pasillo
me lo devolviera.
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Sin
embargo hoy ha sucedido algo increíble, cuando llego ante la puerta
de la habitación donde me espera la comida del mediodía, veo que
está marcada con una gran equis. Rápidamente entro en la habitación
y allí, en la puerta del retrete, veo el cuchillo que yo mismo había
lanzado hace...¿Cuanto? ¿Un año?
Así
que mi primera teoría era cierta. El pasillo es en realidad un
círculo. Pero mucho más grande de lo que podía imaginar entonces,
ya que he tardado casi un año en recorrerlo.
Arranco
el cuchillo de la puerta del retrete y sin pensar en lo que hago lo
lanzo en dirección a la puerta de entrada. Pero he dejado abierta
esa puerta y el cuchillo atraviesa la entrada, rebota contra la pared
del pasillo y cae al suelo del mismo.
Salgo
al exterior y me agacho para contemplar el cuchillo como si fuera el
objeto más extraordinario del universo. Es la primera vez que
consigo sacar algo de una de las habitaciones, aparte de mi mp3 y las
ropas que llevo.
¿De
verdad es tan sencillo? ¿No puedo llevar ningún objeto encima
cuando salgo pero puedo hacer que los objetos y yo salgamos por
separado? ¿Como no pensé en eso antes?
Entro
de nuevo en la habitación y pruebo a lanzar afuera una de las
botellas de agua. La dejo caer suavemente y rueda fuera de la
habitación hasta chocar contra la pared opuesta del pasillo.
De
verdad que no puedo creerme como no se me ocurrió hacer esto antes.
Decido
que lo mejor que puedo hacer ahora es comer, luego pensaré con más
calma lo que puedo sacar de estos nuevos descubrimientos. Saco la
lasaña que he pedido mentalmente esta mañana y la caliento, luego
me la como con toda la calma de que soy capaz y la remojo con un par
de cervezas. Finalmente, empiezo a pensar en lo que he descubierto.
Si
el pasillo es realmente un inmenso círculo, eso quiere decir que no
tiene realmente un principio y un final, podría estar andando por él
toda la vida. Pero de alguna manera, alguien me había metido aquí
dentro, y si hay una forma de entrar, tiene que haber una forma de
salir, probablemente por el mismo sitio.
Hago
un ejercicio de memoria y recuerdo que marqué esta puerta en mi
cuarta jornada en el pasillo. Eso quiere decir que el punto en que
desperté ese primer día está a 48 horas de donde me encuentro en
dirección contraria a la que siempre avanzo, lo que yo llamo
dirección antipasillo.
Vamos
a imaginarnos el peor caso, si decido volver atrás para buscar el
punto en que desperté el primer día tardaré unas...pongamos 60
horas, porque tendré que pararme de vez en cuando a descansar y
dormir. Cuando llegue, busco durante...24 horas, creo que más que
eso sería una tontería. Si no encuentro la salida, serán otras 60
horas para regresar a donde me encuentro en estos momentos. Total 144
horas, seis días, pongamos siete para estar seguros. Una semana sin
comer, ya lo hice una vez, aunque entonces me pasé la mayor parte
del tiempo sentado en el suelo. Ahora tendría que estar casi siempre
en movimiento.
Es
arriesgado, pero vale la pena intentarlo. Descanso una hora más,
tiro al pasillo las cuatro botellas de agua que quedan en la nevera,
guardo dos en los bolsillos de mis pantalones y con las otras dos en
las manos, me pongo en marcha. Me llevo también el cuchillo, quien
sabe si puede hacerme falta.
Se
me hace raro andar antipasillo. Aunque ambas paredes son idénticas
algo se ve diferente. Después de mucho pensarlo, me doy cuenta de
que se trata. Ahora que se que estoy en un círculo, soy consciente
de la curvatura del pasillo. Es algo sutil, casi imperceptible dado
su enorme tamaño, pero esa es la diferencia. Ahora el pasillo se
curva a la izquierda, en sentido normal (sentido pasillo) se curva a
la derecha. Seguramente percibí esa ligera curvatura a nivel
subconsciente desde el principio.
Cuando
llego a la siguiente puerta, entro, abro la nevera y veo cuatro
botellas de agua, no hay nada más, como siempre que altero mi
rutina, el pasillo me castiga sin comida, pero nunca falta el agua.
Me bebo de golpe las dos botellas que me quedan, saco las cuatro
nuevas al pasillo y continúo la marcha. No me detengo en las
habitaciones, solo entro para reponer la provisión de agua y
continúo la marcha. Cuando me canso me tumbo en el suelo y dormito
tres o cuatro horas, luego continúo. Así, llego a la que deduzco
fue la primera puerta que vi en mi primer día en el pasillo. Solo he
tardado 49 horas, una ventaja de 5 horas sobre mis cálculos.
Entro
para reponer agua una vez más y continúo mi camino. Después de
seis horas de marcha, me detengo. Aquí es donde empezó todo.
No
hay ninguna puerta.
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Recapitulemos,
cuando pasé por aquí en sentido pasillo hace aproximadamente una
semana, había una puerta, porqué no noté ningún salto de más de
seis horas entre puerta y puerta. Sin embargo, este es el punto en el
que desperté en mi primer día en el pasillo, y entonces tampoco
había ninguna puerta. ¿Cambia la configuración del pasillo
dependiendo de la dirección en que se viaja? ¿O solo sucede en este
punto? Que esa configuración es variable lo demuestra el hecho de
que las puertas siempre están a seis horas de viaje una de otra, sin
importar la velocidad a que me desplace.
Dejo
de divagar y empiezo a buscar una salida
Dejo
las tres botellas de agua que me quedan en el suelo, para que me
sirvan de referencia y me alejo en sentido antipasillo palpando la
pared de mi derecha, buscando alguna rendija, algo que me indique una
posible salida. Cuando estoy a punto de perder de vista las botellas
regreso inspeccionando la pared contraria. Cuando vuelvo al punto de
partida no he encontrado nada.
Las
paredes parecen hechas de una sola pieza. Están construidas de un
material que al tacto recuerda el plástico.
No
desespero y continúo la inspección de la misma pared, esta vez
alejándome en sentido pasillo. Cuando estoy, de nuevo, a punto de
perder de vista las botellas que dejé como referencia, el resultado
sigue siendo negativo.
Empiezo
a perder la esperanza, pero cambio nuevamente de pared y regreso al
punto de referencia. A mitad de camino encuentro algo. Casi se me
escapa porqué es muy sutil, casi invisible. Una fina rendija
vertical que parece la unión de dos piezas.
La
resigo con los dedos y tropiezo con otra rendija horizontal que la
cruza. Poco a poco voy descubriendo otras rendijas que se cruzan
entre si, dibujando seis paneles cuadrados dispuestos en dos filas de
tres, formando un dibujo de 3x2.
Intento
insertar el cuchillo entre las rendijas pero incluso su fina hoja es
demasiado gruesa para penetrar entre dos paneles. Acabo agotado y
sudoroso a causa tanto de los nervios como del ejercicio. Me calmo
haciendo ejercicios de respiración. Finalmente dejo el cuchillo en
el suelo como nueva referencia y voy a por las botellas.
Cuando
llego me bebo una y al acabar la dejo en el suelo al lado de las
otras, cojo otra para más tarde y regreso a los paneles.
Me
quedo un rato observándolos y por fin se me ocurre algo. Presiono
sobre el de la esquina superior derecha, tengo que hacer bastante
esfuerzo, pero al final cede, se hunde unos milímetros y la luz que
irradia se apaga. Ese pequeño cuadrado de oscuridad en la enorme
pared iluminada me deja fascinado. No se cuanto tiempo paso
contemplándolo como si fuera una de las siete maravillas del mundo.
Me
sobrepongo y continúo presionando los paneles en orden, de izquierda
a derecha y de arriba a abajo. Uno a uno se van apagando.
Cuando
se apagan todos se escucha un siseo y los paneles se retiran en forma
de puerta dejando un hueco. Me asomo, dentro está oscuro, una
oscuridad total que contrasta terriblemente con la omnipresente
luminosidad del pasillo. Me armo de valor y doy unos pasos, la
oscuridad es tan densa que la luz procedente del pasillo no logra
penetrarla.
Entonces
la puerta se cierra y la oscuridad me atrapa. Mi mente no puede
resistirlo y me desmayo.
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Siento
como si flotara en medio de la oscuridad. ¿Cuanto tiempo llevo así?
Oigo un zumbido que poco a poco va aumentando de volumen hasta que
comprendo que es una voz.
-¿Mayor
Roma?
La
llamada se repite varias veces. Ojalá que encuentren a ese Mayor
Roma, así se callarán y tal vez ceda este dolor de cabeza.
-Mayor
Roma, abra los ojos por favor.
El
caso es que el nombre me suena...¡Un momento...soy yo! Benjamín
Roma, ese es mi nombre. Lo recuerdo, como muchas otras cosas.
-Mayor
Roma. ¿Puede abrir los ojos?
Los
abro y veo a un hombre de uniforme. Le reconozco.
-¿General
Green?
-¿Me
recuerda?
-Le
recuerdo señor.
-¿Recuerda
porqué está aquí?
-El
proyecto Hermes.
-Bien,
bien. Ahora descanse mayor. Volveremos a hablar mañana.
-¿Qué
tal ha ido general, lo he hecho bien?
-Perfecto.
Ha sido usted nuestro mejor caminante.
-¿Cuanto
tiempo ha pasado realmente?
-Ha
estado usted en la cabina 12 días.
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Ahora
comprendo, mejor dicho, recuerdo el motivo de mi estancia en el
pasillo. Aunque realmente no he estado allí.
El
proyecto Hermes, la primera misión tripulada más allá del sistema
solar. El destino de la misión, el planeta conocido más parecido a
la Tierra. Kepler 438b.
Aún
con los nuevos motores superlumínicos, le nave tardará un año
aproximadamente en llegar a su destino, por lo que la tripulación
viajará en cámaras de éxtasis, así se ahorra espacio. Solo en
comida para los treinta expedicionarios durante un año, se
necesitaría el doble de espacio del que dispone el Hermes. También
se evitará el desgaste psicológico que supondría para los
tripulantes el convivir durante un año en un espacio reducido.
Pero
aunque el 90% de las funciones de la nave están dirigidas por la
computadora, el otro 10% necesitan de supervisión humana. Ahí es
donde entro yo, soy uno de los cinco candidatos a ese puesto.
El
elegido para esa función deberá ejercer un trabajo monótono,
repetitivo, en completa soledad durante un año. Por eso los
candidatos tuvimos que pasar la prueba del pasillo.
Se
nos encerró en unas cabinas donde nos conectaron a diversos sensores
que comprobaban el funcionamiento de nuestros órganos y, sobre todo,
el cerebro. Se nos indujo a un sueño hipnótico y se nos introdujo
en el pasillo de forma virtual, con la memoria alterada.
El
pasillo no era más que una prueba. Una prueba para comprobar nuestra
capacidad de sobrevivir durante un año como supervisor humano del
Hermes.
El
trabajo en el Hermes no será tan monótono como el pasillo, pero la
prueba debía someter a cada candidato a ese ambiente extremo para
asegurarse de que sobreviviría al viaje sin volverse loco. De ahí
la prueba final de los paneles. Si después de un año en el pasillo
he podido resolver esa última prueba, significa que mi estado
mental es óptimo.
Y
según parece, he sido el que mejor se ha adaptado, por lo que se
deduce que el puesto será para mi. Yo, Benjamín Roma, seré el
primer humano en ver con mis propios ojos un planeta extra-solar. El
planeta conocido como Kepler 438b.
FIN
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