lunes, 10 de agosto de 2015

EL PASILLO 2

Hace tiempo, buscando una idea para un relato, me vino una imagen a la cabeza: un hombre andando por un pasillo interminable. La imagen me gustó, pero no podía hacer nada con ella. Después escribí un relato que no tenía nada que ver con el hombre en el pasillo y después otro más. Pero por algún misterioso capricho de las musas, no podía sacarme esa imagen de la cabeza. Finalmente logré sacar partido de ella en un relato titulado "El Pasillo".

Lo etiqueté como sci-fi, aunque en realidad es una rareza inclasificable. Acabé el relato dejando un final abierto. Ninguna de las preguntas que generaba el relato obtenía respuesta. Lo dejé a la imaginación del lector.

Pero hace poco me reencontré con “El Pasillo” y me propuse el reto de escribir una continuación. Así nació "El Pasillo 2" que lógicamente, es tan inclasificable como su predecesor. Pero que contesta de un plumazo todas esas preguntas.

Espero que os guste.

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Mi vida en el pasillo continúa igual. Calculo que llevo cerca de un año recorriéndolo y continúa imperturbablemente monótono.


Os preguntareis como puedo continuar así, repitiendo una y otra vez la misma rutina, sin volverme loco.

Veréis, la verdad es que he estado experimentando, dentro de las limitadas oportunidades que me ofrece este lugar, intentando averiguar algo más sobre el pasillo.



Calculo que ando una media de 40 Km. Diarios. Pero las distancia que hay entre puerta y puerta no es física, si no temporal. He probado a cambiar la velocidad de mis desplazamientos, pero no importa si ando arrastrando los pies o si corro a toda velocidad. La distancia entre puerta y puerta es siempre de seis horas. Esa precisión me ha permitido alterar mi rutina convirtiendo mis jornadas en días de 24 horas. Doce horas las paso andando por el pasillo, las otras doce en las habitaciones, seis comiendo o leyendo y las otras seis durmiendo.

También he averiguado que todo lo que el pasillo me ofrece lo saca de mi mente. Me explico: Cuando pedía un libro, siempre era algún título que había leído hacía mucho y que tenía ganas de releer, pero hace poco intenté pedir un libro que aún no había leído. Se me ocurrió que, para variar de mis lecturas habituales, aventuras y ciencia-ficción básicamente, podía leer algún título renombrado, uno de esos libros de los que todo el mundo habla pero que pocos han leído, en mi caso pedí el Ulises, de Joyce. Pues bien, cuando llegué a la habitación, allí estaba el libro. En la cubierta solo podía verse el título y el autor, la contra-cubierta estaba en blanco, al igual que las páginas del interior.

También intenté probar cosas nuevas con la comida, para probar nuevos sabores. Pedí un plato oriental, pato laqueado. Nunca lo había probado. Cuando llegué a la habitación allí estaba esperándome. Lo preparé y me dispuse a disfrutar de una nueva experiencia. Pero cuando lo probé estuve a punto de estamparlo contra la pared. Sabía a pollo asado.

Nunca había leído el Ulises y nunca había probado el pato laqueado. Así que no podía recordar nada de ellos excepto lo que había leído en otros libros o visto en películas y el pasillo me ofreció la mejor versión posible de ambos con los pocos datos que pudo sacar de mi memoria.

También intenté rebelarme por segunda vez, negándome a seguirle el juego a quién me hubiese encerrado allí. Ya estaba bien de jugar a ser el ratoncito en el laberinto.

Cuando llegué al final de esa jornada, me eché a dormir y, al día siguiente después del desayuno, decidí que no abandonaría esa habitación hasta que alguien contactara conmigo.

Permanecí todo el día entre aquellas cuatro paredes. A la hora de comer abrí la nevera, pero solo había cuatro botellas de agua. Las dos latas de cerveza que había reservado habían desaparecido. Naturalmente, no había nada de comer. La nevera seguía igual de vacía a la hora de cenar.

Al día siguiente me desperté en el suelo. La habitación estaba completamente vacía, a excepción de la nevera, donde encontré cuatro botellas de agua. El cuarto de baño estaba igualmente vacío, y no salía agua ni del lavabo ni de la ducha.

Permanecí allí siete días, sin nada que hacer, sin nada con que distraer mi mente, sin nada que ver a excepción de las cuatro paredes que me rodeaban, blancas como el mismo pasillo. Sin nada que comer ni beber, a excepción del agua. Pude comprobar que cada seis horas aparecían cuatro nuevas botellas en la nevera. No pude ver como se efectuaba esa aparición, simplemente abría la puerta de la nevera y las botellas estaban ahí, cuando un minuto antes no había nada.

Al octavo día estaba a punto de enloquecer.
Me marché y caminé mis seis horas de rigor hasta encontrar la siguiente puerta. Al entrar, dentro de la nevera, me esperaban dos hamburguesas y seis latas de cerveza, así como las consabidas cuatro botellas de agua. Comí despacio para que mi estomago no se resintiese después de siete días de ayuno. El libro que estaba leyendo y que había desaparecido en la otra habitación con todo lo demás estaba allí, así que leí un rato antes de reemprender la marcha. Del Mp3 que tanto llegué a apreciar durante mis horas de marcha no había ni rastro. Tardé un mes en conseguir que el pasillo me lo devolviera.

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Sin embargo hoy ha sucedido algo increíble, cuando llego ante la puerta de la habitación donde me espera la comida del mediodía, veo que está marcada con una gran equis. Rápidamente entro en la habitación y allí, en la puerta del retrete, veo el cuchillo que yo mismo había lanzado hace...¿Cuanto? ¿Un año?

Así que mi primera teoría era cierta. El pasillo es en realidad un círculo. Pero mucho más grande de lo que podía imaginar entonces, ya que he tardado casi un año en recorrerlo.

Arranco el cuchillo de la puerta del retrete y sin pensar en lo que hago lo lanzo en dirección a la puerta de entrada. Pero he dejado abierta esa puerta y el cuchillo atraviesa la entrada, rebota contra la pared del pasillo y cae al suelo del mismo.

Salgo al exterior y me agacho para contemplar el cuchillo como si fuera el objeto más extraordinario del universo. Es la primera vez que consigo sacar algo de una de las habitaciones, aparte de mi mp3 y las ropas que llevo.

¿De verdad es tan sencillo? ¿No puedo llevar ningún objeto encima cuando salgo pero puedo hacer que los objetos y yo salgamos por separado? ¿Como no pensé en eso antes?

Entro de nuevo en la habitación y pruebo a lanzar afuera una de las botellas de agua. La dejo caer suavemente y rueda fuera de la habitación hasta chocar contra la pared opuesta del pasillo.

De verdad que no puedo creerme como no se me ocurrió hacer esto antes.

Decido que lo mejor que puedo hacer ahora es comer, luego pensaré con más calma lo que puedo sacar de estos nuevos descubrimientos. Saco la lasaña que he pedido mentalmente esta mañana y la caliento, luego me la como con toda la calma de que soy capaz y la remojo con un par de cervezas. Finalmente, empiezo a pensar en lo que he descubierto.

Si el pasillo es realmente un inmenso círculo, eso quiere decir que no tiene realmente un principio y un final, podría estar andando por él toda la vida. Pero de alguna manera, alguien me había metido aquí dentro, y si hay una forma de entrar, tiene que haber una forma de salir, probablemente por el mismo sitio.

Hago un ejercicio de memoria y recuerdo que marqué esta puerta en mi cuarta jornada en el pasillo. Eso quiere decir que el punto en que desperté ese primer día está a 48 horas de donde me encuentro en dirección contraria a la que siempre avanzo, lo que yo llamo dirección antipasillo.

Vamos a imaginarnos el peor caso, si decido volver atrás para buscar el punto en que desperté el primer día tardaré unas...pongamos 60 horas, porque tendré que pararme de vez en cuando a descansar y dormir. Cuando llegue, busco durante...24 horas, creo que más que eso sería una tontería. Si no encuentro la salida, serán otras 60 horas para regresar a donde me encuentro en estos momentos. Total 144 horas, seis días, pongamos siete para estar seguros. Una semana sin comer, ya lo hice una vez, aunque entonces me pasé la mayor parte del tiempo sentado en el suelo. Ahora tendría que estar casi siempre en movimiento.

Es arriesgado, pero vale la pena intentarlo. Descanso una hora más, tiro al pasillo las cuatro botellas de agua que quedan en la nevera, guardo dos en los bolsillos de mis pantalones y con las otras dos en las manos, me pongo en marcha. Me llevo también el cuchillo, quien sabe si puede hacerme falta.

Se me hace raro andar antipasillo. Aunque ambas paredes son idénticas algo se ve diferente. Después de mucho pensarlo, me doy cuenta de que se trata. Ahora que se que estoy en un círculo, soy consciente de la curvatura del pasillo. Es algo sutil, casi imperceptible dado su enorme tamaño, pero esa es la diferencia. Ahora el pasillo se curva a la izquierda, en sentido normal (sentido pasillo) se curva a la derecha. Seguramente percibí esa ligera curvatura a nivel subconsciente desde el principio.

Cuando llego a la siguiente puerta, entro, abro la nevera y veo cuatro botellas de agua, no hay nada más, como siempre que altero mi rutina, el pasillo me castiga sin comida, pero nunca falta el agua. Me bebo de golpe las dos botellas que me quedan, saco las cuatro nuevas al pasillo y continúo la marcha. No me detengo en las habitaciones, solo entro para reponer la provisión de agua y continúo la marcha. Cuando me canso me tumbo en el suelo y dormito tres o cuatro horas, luego continúo. Así, llego a la que deduzco fue la primera puerta que vi en mi primer día en el pasillo. Solo he tardado 49 horas, una ventaja de 5 horas sobre mis cálculos.

Entro para reponer agua una vez más y continúo mi camino. Después de seis horas de marcha, me detengo. Aquí es donde empezó todo.

No hay ninguna puerta.

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Recapitulemos, cuando pasé por aquí en sentido pasillo hace aproximadamente una semana, había una puerta, porqué no noté ningún salto de más de seis horas entre puerta y puerta. Sin embargo, este es el punto en el que desperté en mi primer día en el pasillo, y entonces tampoco había ninguna puerta. ¿Cambia la configuración del pasillo dependiendo de la dirección en que se viaja? ¿O solo sucede en este punto? Que esa configuración es variable lo demuestra el hecho de que las puertas siempre están a seis horas de viaje una de otra, sin importar la velocidad a que me desplace.

Dejo de divagar y empiezo a buscar una salida

Dejo las tres botellas de agua que me quedan en el suelo, para que me sirvan de referencia y me alejo en sentido antipasillo palpando la pared de mi derecha, buscando alguna rendija, algo que me indique una posible salida. Cuando estoy a punto de perder de vista las botellas regreso inspeccionando la pared contraria. Cuando vuelvo al punto de partida no he encontrado nada.

Las paredes parecen hechas de una sola pieza. Están construidas de un material que al tacto recuerda el plástico.

No desespero y continúo la inspección de la misma pared, esta vez alejándome en sentido pasillo. Cuando estoy, de nuevo, a punto de perder de vista las botellas que dejé como referencia, el resultado sigue siendo negativo.

Empiezo a perder la esperanza, pero cambio nuevamente de pared y regreso al punto de referencia. A mitad de camino encuentro algo. Casi se me escapa porqué es muy sutil, casi invisible. Una fina rendija vertical que parece la unión de dos piezas.

La resigo con los dedos y tropiezo con otra rendija horizontal que la cruza. Poco a poco voy descubriendo otras rendijas que se cruzan entre si, dibujando seis paneles cuadrados dispuestos en dos filas de tres, formando un dibujo de 3x2.

Intento insertar el cuchillo entre las rendijas pero incluso su fina hoja es demasiado gruesa para penetrar entre dos paneles. Acabo agotado y sudoroso a causa tanto de los nervios como del ejercicio. Me calmo haciendo ejercicios de respiración. Finalmente dejo el cuchillo en el suelo como nueva referencia y voy a por las botellas.

Cuando llego me bebo una y al acabar la dejo en el suelo al lado de las otras, cojo otra para más tarde y regreso a los paneles.

Me quedo un rato observándolos y por fin se me ocurre algo. Presiono sobre el de la esquina superior derecha, tengo que hacer bastante esfuerzo, pero al final cede, se hunde unos milímetros y la luz que irradia se apaga. Ese pequeño cuadrado de oscuridad en la enorme pared iluminada me deja fascinado. No se cuanto tiempo paso contemplándolo como si fuera una de las siete maravillas del mundo.

Me sobrepongo y continúo presionando los paneles en orden, de izquierda a derecha y de arriba a abajo. Uno a uno se van apagando.

Cuando se apagan todos se escucha un siseo y los paneles se retiran en forma de puerta dejando un hueco. Me asomo, dentro está oscuro, una oscuridad total que contrasta terriblemente con la omnipresente luminosidad del pasillo. Me armo de valor y doy unos pasos, la oscuridad es tan densa que la luz procedente del pasillo no logra penetrarla.

Entonces la puerta se cierra y la oscuridad me atrapa. Mi mente no puede resistirlo y me desmayo.

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Siento como si flotara en medio de la oscuridad. ¿Cuanto tiempo llevo así? Oigo un zumbido que poco a poco va aumentando de volumen hasta que comprendo que es una voz.

-¿Mayor Roma?

La llamada se repite varias veces. Ojalá que encuentren a ese Mayor Roma, así se callarán y tal vez ceda este dolor de cabeza.

-Mayor Roma, abra los ojos por favor.

El caso es que el nombre me suena...¡Un momento...soy yo! Benjamín Roma, ese es mi nombre. Lo recuerdo, como muchas otras cosas.

-Mayor Roma. ¿Puede abrir los ojos?

Los abro y veo a un hombre de uniforme. Le reconozco.

-¿General Green?

-¿Me recuerda?

-Le recuerdo señor.

-¿Recuerda porqué está aquí?

-El proyecto Hermes.

-Bien, bien. Ahora descanse mayor. Volveremos a hablar mañana.

-¿Qué tal ha ido general, lo he hecho bien?

-Perfecto. Ha sido usted nuestro mejor caminante.

-¿Cuanto tiempo ha pasado realmente?

-Ha estado usted en la cabina 12 días.

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Ahora comprendo, mejor dicho, recuerdo el motivo de mi estancia en el pasillo. Aunque realmente no he estado allí.

El proyecto Hermes, la primera misión tripulada más allá del sistema solar. El destino de la misión, el planeta conocido más parecido a la Tierra. Kepler 438b.

Aún con los nuevos motores superlumínicos, le nave tardará un año aproximadamente en llegar a su destino, por lo que la tripulación viajará en cámaras de éxtasis, así se ahorra espacio. Solo en comida para los treinta expedicionarios durante un año, se necesitaría el doble de espacio del que dispone el Hermes. También se evitará el desgaste psicológico que supondría para los tripulantes el convivir durante un año en un espacio reducido.

Pero aunque el 90% de las funciones de la nave están dirigidas por la computadora, el otro 10% necesitan de supervisión humana. Ahí es donde entro yo, soy uno de los cinco candidatos a ese puesto.

El elegido para esa función deberá ejercer un trabajo monótono, repetitivo, en completa soledad durante un año. Por eso los candidatos tuvimos que pasar la prueba del pasillo.

Se nos encerró en unas cabinas donde nos conectaron a diversos sensores que comprobaban el funcionamiento de nuestros órganos y, sobre todo, el cerebro. Se nos indujo a un sueño hipnótico y se nos introdujo en el pasillo de forma virtual, con la memoria alterada.

El pasillo no era más que una prueba. Una prueba para comprobar nuestra capacidad de sobrevivir durante un año como supervisor humano del Hermes.

El trabajo en el Hermes no será tan monótono como el pasillo, pero la prueba debía someter a cada candidato a ese ambiente extremo para asegurarse de que sobreviviría al viaje sin volverse loco. De ahí la prueba final de los paneles. Si después de un año en el pasillo he podido resolver esa última prueba, significa que mi estado mental es óptimo.

Y según parece, he sido el que mejor se ha adaptado, por lo que se deduce que el puesto será para mi. Yo, Benjamín Roma, seré el primer humano en ver con mis propios ojos un planeta extra-solar. El planeta conocido como Kepler 438b.

FIN











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