miércoles, 5 de enero de 2011

Memorias de un vampiro

Mi verdadero nombre no os diría nada, si lo mencionase os preguntaríais “¿Quien es ese tío? No me suena de nada.” Pero algunos de vosotros tal vez recordéis a “A. van Helsing” el seudónimo con el que firmaba mis novelas de vampiros, que alcanzaron cierta fama hace algunos años.

Como me río ahora de los vampiros literarios. De los vampiros de las novelas góticas, que huían de los ajos y las cruces y se ocultaban de día en frías criptas en cementerios abandonados. Y de los vampiros de las novelas modernas, todos muy bellos vivíendo rodeados de lujo, melancólicos y románticos. Incluso me río de mis propias creaciones, todo y que eran mucho más cercanas a la realidad.

Os preguntareis como puedo hacer esta última afirmación. Tal vez suene presuntuoso decir que mi visión de los vampiros era más real que la de otros autores, pero he podido constatarlo de forma empírica. Veréis...ahora soy un vampiro.

Todo empezó cierta noche de junio en que me encontraba en la terraza de un conocido bar del centro. Estaba tomando notas en una libreta, un esbozo de mi siguiente novela. Siempre empezaba mis creaciones en papel, me ayudaba a concentrarme en lo que hacía y hasta que no tenía una idea clara de como se desarrollaría el relato no tocaba el ordenador.

-Puedo oírlos desde aquí.

Miré al hombre que había hablado. No le había visto sentarse a mi lado y lo atribuí a mi concentración en lo que escribía.

-¿Como dice?

-Los engranajes de tu cerebro. Puedo oírlos desde aquí. Tu mente no para quieta, ¿eh?.

Lo observé detenidamente. Aparentaba unos 30 años. Tenía un rostro agradable, de ojos oscuros de mirada profunda, nariz pequeña, labios carnosos y pelo negro y largo que le caía hasta los hombros. Vestía un traje claro y una camisa blanca que llevaba desabotonada casi hasta la cintura. Era un hombre atractivo a pesar de la gran palidez de su piel.

-¿Quien es usted y que quiere de mi?

Ya estaba acostumbrado a un cierto grado de fama y no habría sido la primera vez que un fán me pedía un autógrafo.

-Quien soy no tiene importancia, digamos que soy un fán. He leído tus novelas, me encantan tus personajes, son muy reales.

-¿Reales? ¡Por amor de Dios, son vampiros! ¿Como van a ser reales?

-¿Es que no crees en los vampiros?

-Claro que no. Son un mito. Un mito que me da de comer, es cierto, pero no por eso voy a creer en ellos.

El hombre se puso a reír al oír mi respuesta como si le hubiera contado un chiste. Al hacerlo mostró su dentadura en la que resaltaban dos largos colmillos que sobresalían como un centímetro del resto. Había oído que algunos frikis de los vampiros se cambiaban sus propias piezas dentales por prótesis fijas para parecerse a los personajes de su obsesión, pero nunca me había encontrado con uno.

-Que curioso, tu acierto a la hora de describirnos me hizo pensar que habías conocido a uno de nosotros.

-Y ahora me dirá que usted es un vampiro.

-Desde hace casi 200 años.

Esta vez el que se rió como de un buen chiste fui yo, pero eso no desanimó a mi interlocutor, esperó tranquilamente, con una sonrisa en los labios, a que cesase mi ataque de risa.

-Ya veo que no me crees. Pero puedo demostrártelo.

-¿Como?

-Hoy aun no he cazado. ¿Te gustaría acompañarme?

-Dices que mis personajes son como los vampiros reales.

-Si.

-Mis personajes ocultan al mundo su condición. Son muy cuidadosos en ese punto. Y ahora tu quieres mostrarme como cazas. ¿No es eso una incongruencia?

-Si, pero ya te he dicho que soy uno de tus fáns. Me gustaría que me vieras en acción.

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Tal vez aquí deba hacer un inciso para explicar a aquellos que no habéis leído mis novelas (no os guardo rencor por ello), como son los vampiros que en ellas aparecen.

Mis vampiros no actúan como los de otros autores. No son terribles y patéticos como en las novelas góticas, ni hermosos y melancólicos como en las novelas más modernas.
Mis vampiros se comportan como gente normal.

Con la simple particularidad de que viven de noche y se alimentan de sangre humana, se comportan igual que vosotros. La mayoría tienen empleos anodinos como taxistas en turno de noche, vigilantes nocturnos, etc. No lo necesitan realmente para vivir, pero les ayuda a pasar desapercibidos.

El dinero que ganan en sus empleos lo gastan en lo mismo que vosotros. Renuevan su vestuario, pagan el alquiler... compran música o van al cine. Igual que vosotros. Esos empleos nocturnos, además, les dan la escusa perfecta ante sus vecinos para salir solo de noche.

No precisan de lugares secretos de reunión para relacionarse entre si, ya que cuando dos vampiros coinciden en algún lugar, se reconocen entre si como lo que son, aunque no se hayan visto nunca hasta ese momento.


Los ajos, las cruces, la plata,...no les afectan más de como afectarían a un humano. En cuanto a las estacas, si, son efectivas, pero... ¿que creéis que os pasaría a vosotros si os clavasen una estaca en el corazón?


Fin del inciso.

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Acepté la propuesta del desconocido, que finalmente se presentó como Marcos. Tenía curiosidad por ver que clase de pantomima me había preparado para convencerme de que era un vampiro auténtico.

Marcos insistió en invitarme y depositó sobre la mesa un billete que pagaba con creces mi consumición. Sin esperar el cambio, me indicó que le siguiera.

Nos introdujimos en el casco antiguo, un laberinto de callejuelas estrechas y oscuras. Marcos parecía conocer la zona, ya que se movía por allí como si supiera adonde iba.

Nos paramos ante un callejón más estrecho y oscuro que la mayoría.

-Este es un buen lugar, ven.

Le seguí hasta el fondo del callejón que acababa bruscamente en un muro.

-¿Es aquí donde cazarás a tu próxima víctima?

-Si.

-¿Y como piensas atraérla hasta aquí?

-No lo has entendido, ya he atraído a mi victima.

Antes de darme cuenta ya me había inmovilizado contra la pared. Note como clavaba sus colmillos en mi cuello mientras su mano apretaba mi tráquea para impedirme gritar.


Poco a poco fue succionando mi sangre mientras yo sentía la vida escapar de mi cuerpo con cada sorbo de ese monstruo. Finalmente me soltó y caí al suelo sin fuerzas.

Me miró con una sonrisa y pude ver como su piel absorbía las pocas gotas de sangre que su boca había dejado escapar.

-Ya sabes lo que viene ahora, ¿no?

Le dirigí una mirada interrogativa. No estaba muy seguro de a que se refería.

-Puedes morir aquí, en este maloliente rincón, o puedes seguir viviendo...para siempre.

Sacó una pequeña navaja de su bolsillo y se hizo un corte en el antebrazo.

-Tu elijes.

Mire la sangre correr por su pálida piel y me pareció que brillaba con luz propia, y sentí su olor, un olor que se me antojaba dulce como la miel.

Acerqué los labios a la herida y succioné con fuerza, el sabor era tan dulce como había supuesto. Bebí largamente, con glotonería, después perdí el conocimiento.

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Desperté tumbado en una cama, en una habitación completamente a oscuras.
Como en mis novelas, los ataúdes no eran necesarios, bastaba con impedir la entrada del sol en una habitación.

Volvía a ser de noche, aunque la ventana estaba bien tapada con una tabla de madera, de alguna manera lo sabia.

Y por primera vez, sentí la Sed.

Marcos entró en ese momento en la habitación y me sonrió.

-Ven, ya es hora, nos vamos de caza.

Cazamos juntos esa noche y la siguiente y la siguiente a esa...

Viví y cacé junto a Marcos durante casi un año, entonces lo abandoné. El me enseñó como sobrevivir con mi nueva condición. Eso es algo que nunca dejaré de agradecerle, pero también me hizo lo que soy ahora y eso es algo que nunca podré perdonarle.

Ahora vivo en otro país. He adoptado otra identidad, pero para ganarme la vida sigo escribiendo. Entrego mi trabajo por correo electrónico y cobro mis honorarios directamente en mi cuenta del banco. Le conté a mi nuevo editor que tengo una rara enfermedad que me obliga a permanecer aislado, así no tengo que asistir a ninguna rueda de prensa o convención.

No he vuelto a escribir ninguna historia de vampiros. Ahora escribo novelas románticas bajo seudónimo femenino y lo más divertido es que se venden mejor que las otras.

Por las noches cazo y me alimento. Aún no he convertido a nadie ni tengo intención de hacerlo. Pero nunca se sabe.

Si alguna vez uno de vosotros cree ver en alguna calle oscura a aquel escritor de novelas de vampiros que tanto os gustaban, no os acerquéis a pedirle un autógrafo. Lo mejor que podéis hacer es dar media vuelta y huir como si vuestra vida dependiera de ello.

Por que así será.


2 comentarios:

  1. ke buenos son tus relatos amigo llorenc sigue asi yo aki estare para apoyarte te kiero besos y suerte amigo!!!

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  2. woowww qkk historia tan pocoo realista,, como demonios te podre ver si vivoo en jalisco
    loo unico que quiero es conoser a un vampiro malvado que succione mi sangre lentamente y
    despues me convieta en un demonio vampiro... eso seria estupendo aunque da miedo,, como sea
    soy una chica actractiva de 17 ke te pide k me pruebes¡¡¡¡¡ :P kiisssesss

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